Todos los matrimonios comienzan como un cuento de hadas, pero siempre algo hace que las cosas se deterioren. En el caso de la familia real de Mónaco, existe la leyenda sobre la supuesta “maldición de los Grimaldi”, historia basada en la creencia popular de que una bruja medieval maldijo al primer monarca de la familia, vaticinado que “nunca un Grimaldi encontrará la felicidad en matrimonio”. Al parecer Charlène no ha sido la excepción.
A la vista están los divorcios de Carolina y Estefanía, pero el historial se remonta mucho antes. Desde el príncipe Luis I hasta la propia abuela del príncipe Alberto, Charlotte. Ahora, la princesa Charlène parece recorrer el mismo camino: los constantes rumores de crisis en el matrimonio no le dan respiro. Sin embargo, la exatleta olímpica no siempre ha tenido esa aura melancólica.
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Durante los Juegos Olímpicos de invierno del año 2006, el príncipe Alberto desvelaba su relación con la nadadora olímpica sudafricana Charlène Wittstock, con quien salía desde comienzos de la década. Todo parecía ir a las mil maravillas entre los dos y no fue hasta el año 2011 que pasaron por el altar, momento en el que todo cambió.
Charlène trató de huir el día de su boda, refugiándose en su embajada y los rumores de infelicidad en el matrimonio comenzaron a estar a la orden del día. De cualquier manera, tanto el palacio real como la pareja han negado cualquier tipo de problema dentro del matrimonio.