La boda entre la infanta Elena y Jaime de Marichalar fue uno de los primeros conflictos a los que doña Sofía debió enfrentarse dentro del palacio real. La primera hija de Juan Carlos I y la emérita padeció la humillación del duque Lugo, algo que zanjó un antes y un después dentro de los vínculos románticos de la familia. Tras de sí, la vida de la hermana mayor de Felipe VI no volvería a ser como antes.
Según el libro ‘Sofía: nuestra reina’, de la periodista Carmen Enríquez, la reina Sofía mantuvo siempre su desprecio por Marichalar. Si bien era un hombre que sabía las costumbres de las monarquías y sus protocolos, nunca entendió su afán por ser miembro de los Borbones. Desde el principio, la boda entre el duque de Lugo y Elena resultó ser por conveniencia.
Ese arreglo fue el que le generó importantes disgustos a doña Sofía, en especial, cuando Marichalar retornaba a su casa a la misma hora que Elena levantaba a sus niños para acudir al colegio. El 24 de noviembre de 1994, la boda se llevó a cabo entre los novios, celebración que no sucedía en la Zarzuela desde hacía 100 años. A pesar de ello, el aroma a engaño ya se presentía dentro de la familia.
Jaime de Marichalar era excéntrico, solo buscaba obtener un título, permanecer junto a la realeza española y portar un papel que afirmara que era economista, a pesar de nunca haber egresado de la carrera. Las actitudes ceremoniosas fueron otra de las causas que disgustaron a los reyes Juan Carlos y Sofía. Si bien al inicio del romance aceptaron al nuevo integrante, con el tiempo y la serie de infidelidades probadas contra el duque de Lugo no quedó más que la ruptura matrimonial por parte de la infanta Elena en 2009.