Febrero del 2012. El rey Juan Carlos cruza la puerta del restaurante El Landó, un clásico de Madrid conocido por su buena cocina, pero también por su discreción. Tras él, aparecen Felipe VI y las infantas Elena y Cristina. Nadie se sorprende de verlos. Los cuatro recorren el piso de cerámica cuadrada, en tono de ajedrez, y se sientan en una de las pequeñas mesas cubiertas con un mantel blanco y rojo. Parecía ser una cena más, de las tantas que habían pasado, pero en realidad se trataba de un momento bisagra para toda la familia.
No se conocen detalles sobre los platos que eligió cada uno de ellos, aunque es imposible imaginar que en aquella mesa no hubiese dos botellas del mejor vino español del lugar, una afición que padre e hijo comparten. Lo que sí se sabe, casi al dedillo, es que el rey Juan Carlos había organizado esa reunión para pronunciar una frase que ninguno de los presentes habría querido oír: estaba pensando, "muy en serio", en divorciarse de la reina Sofía.
"Los líos" del rey Juan Carlos
No era la primera vez que el rey Juan Carlos manifestaba sus intenciones de terminar con su matrimonio, pero sí la que más concreta parecía. La cabeza y el corazón del emérito estaba ocupado por Corinna Larsen y él estaba decidido a apostar por ella. Una situación que, a esa altura, era sabido por todos, incluso por la propia reina Sofía, que siempre estuvo "al tanto de los líos de su marido".
Todo estaba servido para que el rey Juan Carlos hiciese efectivo el divorcio, aunque hubo un hecho que no tuvo en cuenta y que terminó dilapidando sus intenciones. El emérito llevó a Corinna a un salón y le confesó que la amaba y que quería casarse con ella para compartir la vida juntos, pero se encontró con una negativa como respuesta. Por eso, volvió a acercar posiciones con la reina Sofía, para seguir sosteniendo un matrimonio que bien sabe de distancias y de dificultades.