Charlène de Mónaco, conocida anteriormente como la "princesa triste", parece haber dejado atrás la melancolía que la caracterizaba. Desde su matrimonio con Alberto II, surgieron rumores sobre su vínculo distante con las hermanas de su esposo y supuestas tensiones matrimoniales. Además, se ha especulado sobre su intento de huir del principado antes de la boda al descubrir un tercer hijo ilegítimo del príncipe. Sin embargo, recientemente se ha observado a la oriunda de Sudáfrica más sonriente y feliz.
La recuperación de la salud de la princesa, después de 16 meses de baja por "agotamiento emocional y físico", podría ser un factor determinante en su renovada felicidad. Durante este período, ha estado involucrada en un proyecto medioambiental en Sudáfrica, lo que ha avivado rumores de crisis matrimonial. Alberto ha defendido su conexión, mencionando el apoyo de Charlène a su liderazgo en el Principado.
El círculo cercano de Charlène en Mónaco ha crecido, contribuyendo a su bienestar. Su hermano Gareth Wittstock, secretario general de la fundación benéfica de Charlène, vive en Mónaco con su esposa. Además, sus padres, Michael Wittstock y Lynette Humberstone, ahora también residen en el principado, brindándole apoyo y seguridad. La cercanía de la familia y el entorno más relajado contrastan con la vida más preocupante que experimentaron en Sudáfrica antes de la realeza.
A pesar de las críticas iniciales y la dificultad de integrarse en la sociedad monegasca, Charlène valora el apoyo de su familia. "Aunque he conocido a gente maravillosa desde que vivo en Mónaco, a todos los considero conocidos", ha expresado Charlène. "Solo tengo dos personas a las que considero amigas aquí. Por encima de todo, mis verdaderos amigos son mi familia", agregaba. La princesa parece haber encontrado la felicidad en el respaldo de sus seres queridos y su compromiso benéfico.