La Dra. Bárbara Rolls del Laboratorio para el Estudio del Comportamiento Ingestivo Humano de la Universidad Estatal de Pensilvania, viene estudiando, desde hace varias décadas ya, la saciedad sensorial. Este concepto resulta indispensable para explicar el por qué los seres humanos, a pesar de estar satisfechos, tenemos siempre lugar para un postre dulce.
Cuando científicamente se habla de la saciedad, se hace alusión específicamente a la cualidad de estar satisfecho. Esto, en combinación con el sabor, el olor, la apariencia y la textura del alimento ingerido, genera unas sustancias químicas que estimulan el centro de recompensa del cerebro, lo que produce satisfacción a la hora de comer, que es lo que sucede cada vez que vamos a comer algo dulce como el postre después de haber almorzado o cenado.
Es por eso que, en conclusión, desde la ciencia se explica que los seres humanos podemos comer el mismo alimento hasta estar totalmente satisfechos, y tener la sensación de que no puede entrar más comida. Sin embargo, cuando vemos o nos ofrecen el postre, “hacemos un lugar” y volvemos a comer de nuevo.
Detrás de ese comportamiento, desde las investigaciones realizadas se dice que milagrosamente recuperamos nuestro apetito, es decir, que volvemos a tener ganas de comer, pero solo porque se trata del postre. “Estómago de postre” se llama desde la ciencia a este impulso que tienen los seres humanos de hacerle siempre lugar a algo dulce.