A base de conflictos, dinero, adicciones, internaciones y posteriores fugas de esas internaciones, Ernesto de Hannover se ha montado una imagen que nada tiene que ver con los protocolos de la casa real y que, a decir verdad, no parece molestarse en cambiar. Por supuesto, una parte fundamental de esa postura de rebelde sin causa, son sus numerosos romances y los escándalos que rondaron a cada uno de ellos.
Todo comenzó con Chantal Hochuli, una plebeya millonaria que se transformó en la primera mujer no aristócrata en poder emparentar con la casa Hannover. Se casó con ella y tuvieron dos hijos, formando una familia que parecía idílica, pero que en realidad escondía las decenas de infidelidades que cometía Ernesto. En 1996, salió a la luz que mantenía una aventura con Carolina de Mónaco, una amiga muy cercana de Chantal y ante el escándalo mediático y real, no le quedó más alternativa que aceptar el pedido de divorcio.
Carolina pensó que con ella todo iba a ser diferente y en un principio lo fue, pero el estado de gracia solo duró un par o tres de años. Ernesto volvió a las andadas y tuvo encuentros casuales con muchísimas mujeres. A eso se le sumaron sus problemas con el alcohol, que le trajeron muchos conflictos en público y hasta hicieron que los medios lo definieran como "el príncipe de las peleas". La Princesa soportó esta situación hasta el 2008, cuando decidió separarse de él.
De todas aquellas acompañantes que Ernesto paseaba por la casa real, antes y después de la separación, hubo dos con las que tuvo una relación estable, e incluso se especula que llegaron a ser contemporáneas. La primera fue Simona, una modelo y bailarina rumana con la que salió hasta desde el 2010 hasta el 2015, aunque no se sabe cuál fue el motivo de la separación. La segunda fue María Madalena Bensaude, una duquesa de Portugal que terminó alejándose de él debido a los vaivenes en su salud - por decirlo de una manera sutil - y en su comportamiento, algo que lo llevó a ser condenado a diez meses de prisión.
La última mujer que llegó a su vida, fue Claudia Stilianopoulos, hija de la legendaria Pitita Ridruejo. Todo parece indicar que la conoció en unas vacaciones junto a su hijo pequeño y sus nietos, tras salir de la clínica de rehabilitación y recuperarse de una notoria pérdida de peso que lo llevó hasta los 48 kilos. Quizás ella sea la mujer a la que finalmente respete y quiera por encima de cualquier excusa.