Mundo mediático y realeza vuelven a coincidir. Parece que el Rey Juan Carlos I tiene una debilidad en común con Kiko Matamoros, Anabel Pantoja o Rocío Flores. Podríamos decir que en lo que a cirugías y tratamientos estéticos se refiere, el emérito se comporta al igual que el más extravagante de los personajes de la televisión. Después de todo, es una celebridad old school.
Lo que pudo haber sido como un gesto de coquetería y glamour real, terminó siendo la punta del iceberg. La sospecha empezó a partir de los excesivos gastos de Juan Carlos I en cirugías estéticas. Hablamos de más de 95.000 euros usados en ácido hialurónico y demás tratamientos anti envejecimiento, los cuales prometen una vida longeva y un aspecto "conservado". Todo esto se da a poco de que el regreso del rey a España sea un hecho.
Ocurre que es una cifra demasiado descomunal, más a sabiendas de que el dinero de la realeza proviene de impuestos que sostienen sus "servicios reales" (que aún nadie entiende muy bien cuáles son). Se encendieron las alarmas y una investigación periodística develó que el rey emérito habría utilizado dinero "mal habido" para costear sus costosos tratamientos estéticos.
Un prestigioso medio español afirma que Juan Carlos I habría recibido dinero por parte de Allen Sanginés- Krause y que la fiscalía consideró como "regalos sujetos al impuesto de sucesiones y donaciones". Pero ese dinero jamás fue declarado en Hacienda, algo que le estaría trayendo otro problema más a la corona. Corrupción y coquetería: el rey quedó doblemente expuesto y demostró tener un costado frívolo y poco austero.