En sus inicios, la reina Sofía de Grecia era una persona ajena a España: no conocía el idioma, la cultura y las costumbres de nuestro país. Al tiempo de conocer a Juan Carlos I, la entonces princesa no entendía ningún tema que no fuera lo cercano a su órbita, y lejos se encontraba del que —siglos atrás— había sido el imperio más extenso de occidente durante más de tres siglos. A pesar de su obligado enamoramiento, la madre de Felipe VI debió competir por ser la más aclamada.
Sofía tenía una enemiga a quien todo el mundo llegó a considerar una enviada del cielo. Fabiola de Mora y Aragón fue una de las españolas ricas que, a finales de los años 50, generó el encanto necesario en su pueblo para alcanzar el premio máximo para ser reina. Ella misma llegó a aseverar que María, la madre de Cristo, le había concedido la orden de ser monarca.
Con delicadeza, pulcritud y buen semblante, Fabiola conquistó al príncipe de Bélgica Balduino, con quien en 1960 llegó a contraer matrimonio. Cabe destacar que su imagen era tal dentro de España que las niñas soñaban con seguir el camino de la reina consorte; hasta se disfrazaban con coronas y jugaban a ser ella. En medio de la época franquista, en donde la oscuridad teñía las calles, Sofía era lejana a esta sociedad, algo que le trajo problemas desde el inicio.
Aquí se soñaba con una reina como Fabiola, a quien esperaban que Juan Carlos conquistara rápidamente. Sofía era señalada por la prensa, ya que, años antes de celebrar la boda con el padre de las infantas Cristina y Elena, había mantenido un romance con el príncipe de Suecia, Harald. A pesar de su fallido intento por coronarse en el país nórdico, la abuela de Leonor compitió con la de Mora y Aragón hasta el día de su casamiento. La ahora belga había generado la sensación del mundo con la retransmisión de su boda, algo que la griega nunca obtuvo.
Luego de un arduo trabajo, según cuenta la especialista en realeza Carmen Gallardo, la reina Sofía alcanzó a nivelar y superar la imagen de Fabiola con una imagen renovada, fresca; con una simpatía inusual, conquistó los corazones de los connacionales, hasta llegó a considerarse el pilar fundamental que hasta hoy en día sostiene a la monarquía. Sin dudas, nuestro afecto y agradecimiento es para la esposa de Juan Carlos, que, a pesar de los varapalos que la vida le presentó, logró lo que pocas.