Lo peor que le pudo pasar a Iñaki Urdangarin fue que se descubriera su romance con Ainhoa Armentia. No solo porque se trató de una relación clandestina y su notoriedad significó un caos en su matrimonio y en su relación con la corona, sino que también se trató de un escándalo que lo puso en primera plana. Y el royal, justamente, necesitaba salirse del centro de las miradas. Ya su situación con la justicia era delicada y los escandalosos casos de corrupción lo perseguían como un estigma.
La condena inicial de Iñaki Urdangarin fue de 5 años y 10 meses de prisión. Varios fueron los delitos por los que se lo condenó: fraude a la Administración Pública, tráfico de influencia y prevaricación. Pero la pena se redujo a dos años y medio. Fue gozando de distintos privilegios por su carácter de royal: estuvo en una cárcel de mujeres y en un pabellón solo para él, hizo trabajo social y fue consiguiendo salidas y reinserción en el mercado laboral.
Cuando finalmente Urdangarin consigue algo de paz entre el caos judicial y mediático, justo cuando logró tener prisión domiciliaria en una propiedad de su madre, Iñaki es sorprendido por la prensa en medio de un amorío con una compañera de trabajo. Incluso el royal recorría las calles de Viena en bicicleta e iba a trabajar como cualquier otro mortal. La incorporación de Ainhoa Armentia en su vida cayó como una bomba, aunque, al parecer, la pareja estaría dispuesta a seguir apostando por la relación.
Ahora Iñaki Urdangarin alcanzó la tan ansiada libertad condicional. Esto implicaría un cambio de residencia e incluso poder radicarse en el extranjero. Una buena noticia para esquivar las cámaras, pero la atención mediática seguirá presente y su nombre seguirá asociado a los delitos penales y a la infidelidad a la Infanta Cristina.