Diez años y un hijo en común dejó en matrimonio de José Ortega Cano y Ana María Aldón. El reciente anuncio de su separación dejó anonadados a toda una audiencia que se quedó atónitas al enterarse que una de las parejas más consolidadas del ambiente ponía punto final a su idilio. Pero tan cierta es la decisión de seguir caminos separados que ya estarían preparando los documentos del divorcio, los cuales incluirían la repartición del patrimonio conyugal. Sin embargo, hubo algo que hizo que el exesposo de Rocío Jurado por el momento desistiera de la idea.
En otras palabras, José Ortega Cano se habría asesorado con un integrante de su familia y dio marcha atrás con las condiciones que pactó con la madre de José María. Uno de los requisitos fue el presunto acuerdo en materia de alimentos, ocio y actividades extraescolares del menor en lo que respecta a los gastos sobre la custodia del mismo. En este sentido, la encargada de dar luz a los pormenores de la disputa económica fue la periodista García-Pelayo quien sostuvo que el diestro se haría cargo el cien por ciento de las necesidades del chiquillo donde también estaría dispuesto a "pasar una cantidad en torno a 1.000 euros, pagar los gastos escolares, los médicos y la manutención".
Acto seguido, la especialista añadió: "Alguien le ha preguntado por qué tiene que pagar esa cantidad y correr con la custodia del menor si en principio va a ser compartida, y le ha hecho dudar". Este principal motivo habría hecho que José Ortega Cano se replantee una estrategia un poco más "justa" para que la madre también realice un aporte al bienestar de su descendiente puesto a que ella también tiene las mismas responsabilidades parentales.
No obstante, José Ortega Cano sigue haciéndose cargo de la cuota escolar de su último heredero puesto que la institución privada a la que acude estaría por fuera de las finanzas de la diseñadora de modas. Lo que queda en claro es la desigualdad financiera entre ambas personalidades de la farándula en la que el prestigioso torero cuenta con un caudal presupuestario para seguir manteniendo una vida rodeada de lujos, mientras que la diseñadora ve reducido significativamente su poder adquisitivo al pegar el portazo definitivo y abandonar la residencia matrimonial.